mar. Mar 25th, 2025

Por Yanara Mesa

Psicóloga Escolar en escuela Nuestra Señora de la Altagracia/
Especialista Psicopedagogía egresada de la Universidad Iberoamericana (UNIBE)

SANTO DOMINGO, República Dominicana (12 de marzo 2025).-En la sociedad actual, la escuela ha dejado de ser simplemente un recinto donde los estudiantes adquieren conocimientos académicos. Se ha convertido en un epicentro de cambio social, un espacio donde se construyen valores, se desarrollan habilidades de convivencia y se promueve una cultura de respeto e inclusión. No podemos seguir pensando la educación como un proceso aislado dentro de las aulas, sino como una fuerza que irradia hacia las familias y la comunidad en su conjunto.

La educación tiene el potencial de traspasar los muros físicos de las instituciones escolares e impactar directamente la vida cotidiana de los estudiantes y sus familias. En este sentido, la escuela no es solo un espacio de transmisión de conocimientos, sino un agente transformador que incide en la forma en que pensamos, nos expresamos y nos relacionamos con los demás.

El desafío de la inclusión: una tarea colectiva

Uno de los mayores desafíos en el ámbito educativo es la necesidad de eliminar toda forma de discriminación. La diversidad es una riqueza innegable, pero sigue siendo motivo de exclusión en muchos entornos. La educación inclusiva no se trata solo de permitir el acceso a personas con distintas condiciones y orígenes, sino de generar un cambio en las estructuras mentales que han perpetuado la segregación y la desigualdad.

Las familias juegan un papel fundamental en esta transformación. Si los conocimientos y valores transmitidos en la escuela no encuentran eco en los hogares, su impacto se diluye. Es por ello que la relación entre la institución educativa y el núcleo familiar debe ser simbiótica, basada en el diálogo y la corresponsabilidad. La educación no es una tarea exclusiva de los docentes, sino un compromiso de toda la sociedad.

Neurociencia y educación: comprender para transformar

Desde la neurociencia, entendemos que el aprendizaje va más allá de la acumulación de información. La manera en que las personas aprenden está profundamente influenciada por sus emociones, experiencias previas y el contexto en el que se desenvuelven. Un ambiente escolar basado en el respeto y la empatía no solo favorece el desarrollo cognitivo de los estudiantes, sino que fortalece su bienestar emocional y social.

Reformular nuestra manera de hablar, pensar y actuar es una tarea que requiere esfuerzo y consciencia. La psicología y la psicopedagogía han demostrado que los prejuicios y las actitudes excluyentes no son innatas, sino aprendidas. Por ello, es fundamental desaprender conductas que fomentan la discriminación y sustituirlas por formas de interacción más comprensivas y empáticas.

Hacia una educación sin barreras

Para que la escuela sea realmente una herramienta de transformación social, es necesario revisar y mejorar constantemente las metodologías pedagógicas. Esto implica adoptar enfoques que fomenten la participación activa de los estudiantes, donde se promueva el pensamiento crítico y se fortalezcan valores como la solidaridad, el respeto y la tolerancia.

No se trata solo de enseñar contenidos, sino de formar ciudadanos capaces de construir una sociedad más equitativa. Una escuela que impacta positivamente a su comunidad es aquella que educa con el ejemplo, donde cada palabra y cada acción refuerza el mensaje de inclusión y respeto.

El llamado es claro: la educación debe trascender las fronteras del aula para convertirse en una fuerza de cambio real en la sociedad. Como docentes, familias y ciudadanos, tenemos la responsabilidad de construir espacios de aprendizaje que no solo informen, sino que transformen. Es tiempo de asumir el reto de la educación como un compromiso colectivo y convertir la escuela en un verdadero motor de cambio social.

Fuente: TVCrónicas/CRÓNICA FM RADIO

Coordinan por Grupo Crónicas: Helen M Terrero V & Evangelina de los Santos de la Rosa

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