lun. May 19th, 2025

Este artículo analiza el libro El espejo de los mediadores de Marinés Suárez, desde una perspectiva académica, con énfasis en la dimensión ética, emocional y cultural del rol del mediador en contextos de mediación familiar.

A través de un enfoque narrativo, la autora nos invita a una introspección profesional que trasciende la técnica, revelando la implicación subjetiva del mediador y los desafíos de mantener la neutralidad en contextos emocionalmente complejos. El presente trabajo examina cómo el relato expone la necesidad de la autoconciencia, la empatía y la escucha activa para sostener procesos genuinos de transformación.

La mediación familiar se ha consolidado como una vía alternativa de resolución de conflictos que privilegia la cooperación por sobre la confrontación judicial. No obstante, este enfoque exige no solo conocimiento técnico, sino también una implicación ética y emocional profunda.

En la indicada obra, Marinés Suárez, narra un caso que se convierte en espejo de la práctica profesional, desnudando la complejidad de lo humano en el proceso de mediación.

Desde las primeras páginas, Suárez construye un ambiente simbólicamente cargado: la disposición de la sala, la videograbación, la mesa de vidrio. Cada detalle refleja el esfuerzo por crear un espacio transparente, igualitario y propicio al diálogo.

El caso en cuestión, protagonizado por María y Jorge, expone conflictos comunes en la mediación familiar: divorcio, bienes compartidos, la orientación sexual de una hija y tensiones emocionales no resueltas.

Más allá del conflicto jurídico, el relato profundiza en el impacto emocional que la situación genera, tanto en los mediados como en los propios mediadores. La figura de Ana María, profesional comprometida pero humanamente interpelada por el caso, ilustra cómo la neutralidad puede entrar en crisis cuando la historia de los otros resuena con la propia.

La mediación, entonces, no es un ejercicio frío de imparcialidad, sino una práctica que requiere autoconciencia constante. La autora introduce preguntas que revelan esta complejidad: “¿Cuál es tu conflicto con este caso?” o “¿Qué creencias deforman mi percepción?”. Estas interrogantes conducen a una reflexión cultural sobre cómo los mandatos sociales —matrimonio, fidelidad, género— atraviesan tanto a los mediados como a quienes los acompañan.

En la evolución del caso, las emociones emergen en un vaivén entre encuentros conjuntos y privados. Lo que sorprende no es el desenlace jurídico, sino la humanidad que se mantiene viva en el conflicto. María no busca venganza ni ventaja, sino comprensión. Esto deconstruye estereotipos de la mediación familiar como campo de disputa y muestra el potencial transformador del proceso.

El relato culmina con una escena cotidiana entre los mediadores, que discuten el caso, sus emociones y el aprendizaje mutuo. Esta escena actúa como epílogo reflexivo: el mediador también cambia, también aprende, también se transforma.

Finalmente, El espejo de los mediadores no solo narra un caso de mediación; plantea una ética de la práctica. Marinés Suárez (2012), logra mostrar que mediar no es neutralizar el conflicto, sino acompañarlo con presencia, empatía y reflexión. La neutralidad, lejos de ser indiferencia, implica compromiso equilibrado y consciencia de sí.

Este análisis subraya la necesidad de formar mediadores capaces de mirarse a sí mismos, de reconocer sus límites y creencias, y de utilizar esa autoconciencia como herramienta para generar espacios de transformación. El caso de María y Jorge revela que el conflicto puede ser una puerta al crecimiento, siempre que haya voluntad de escucha y sensibilidad profesional.

Este trabajo invita a pensar la mediación no solo como técnica, sino como acto profundamente humano, donde el cambio es posible no solo para los mediados, sino también para quienes median.

El autor es fundador del Instituto de Formación Gerencia y Liderazgo Americano (IFGLA), Procurador Fiscal del Distrito Nacional y facilitador de la Universidad Abierta Para Adultos (UAPA), Instituto Nacional de Administración Pública e Instituto Superior Escuela Nacional del Ministerio Público de la República Dominicana.

Por: Alcedo Magarín.

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