lun. Abr 21st, 2025

En las esquinas de nuestras ciudades, la imagen de niños pidiendo dinero se ha vuelto tristemente común. Detrás de esta escena se esconden causas profundas que reflejan una crisis social que exige atención inmediata y soluciones integrales.

El primer motor de este flagelo es la pobreza extrema que afecta a muchas familias. La falta de ingresos suficientes para cubrir necesidades básicas como alimentación, vivienda y salud obliga a algunos padres a tomar decisiones que comprometen el bienestar de sus hijos. Enviar a los menores a las calles para pedir dinero priva a los niños de su desarrollo físico y emocional y perpetúa un ciclo de pobreza intergeneracional.

La falta de oportunidades laborales para los adultos también juega un papel fundamental. Sin empleos formales o salarios dignos, los padres ven en los niños una forma de generar ingresos adicionales. Además, la falta de acceso a la educación complica aún más el panorama. Sin escuelas cercanas o recursos para uniformes y materiales escolares, los niños quedan fuera del sistema educativo, cerrando las puertas a un futuro mejor.

En algunos casos, la negligencia y el abandono familiar exponen a los niños a la vida en las calles, dejándolos a merced de redes de explotación. Es común que adultos, incluso familiares, induzcan o fuercen a los menores a pedir dinero como parte de sistemas organizados de abuso. A esto se suma el impacto de la migración irregular, particularmente de Haití hacia la República Dominicana. Los niños migrantes, muchas veces sin documentos ni derechos básicos, son víctimas fáciles de explotación y trata de personas.

Otro aspecto alarmante es la cultura de normalización que rodea la mendicidad infantil. Ver a niños pidiendo en las calles es algo tan común que deja de cuestionarse. La acción aparentemente solidaria de dar dinero a los niños en las calles refuerza esta práctica en lugar de abordar sus raíces estructurales.

Resolver esta situación requiere un enfoque integral que combine políticas públicas efectivas, campañas de concienciación social y la colaboración entre el gobierno, organizaciones no gubernamentales y la sociedad civil.

La inducción a la mendicidad no es un fenómeno aislado, sino que se encuentra relacionado con otras formas de trabajo infantil y explotación. En algunos casos, esta práctica es el primer eslabón de una cadena más amplia de explotación económica. Los datos de trabajo infantil más recientes en República Dominicana son de la encuesta ENHOGAR MICS 2014, que reportó una cifra de trabajo infantil del 12.8 % de la población de entre 5 y 17 años.

En la República Dominicana, se han documentado casos donde niños migrantes haitianos son utilizados para mendigar, siendo controlados por adultos que se benefician de sus actividades. Un ejemplo reciente es la desarticulación de una red que traficaba menores para pedir dinero en Santiago, exponiendo la magnitud de este problema.
En la República Dominicana, la Ley 136-03, que establece el Código para la Protección de los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes, prohíbe expresamente la explotación infantil. Asimismo, el país es signatario de tratados internacionales como la Convención sobre los Derechos del Niño, que refuerzan estos compromisos legales.

A pesar de las disposiciones legales, su aplicación presenta desafíos. Muchos jueces muestran criterios divergentes respecto al interés superior del niño, enfocándose en un análisis burocrático o técnico que ralentiza la resolución de los casos y perpetúa el ciclo de explotación.
Aunque acciones como la condena de responsables son necesarias, no bastan. El Estado debe garantizar programas que restituyan los derechos de los niños, asegurándoles educación, salud y protección.

El Estado debe fortalecer los programas de protección infantil, incrementar el presupuesto destinado a instituciones como el CONANI y garantizar la capacitación de jueces y funcionarios en el enfoque del interés superior del niño. A nivel social, es fundamental promover campañas de concienciación que desalienten la mendicidad infantil y aborden sus raíces.

En América Latina, diversos países han implementado programas efectivos para la reintegración de niños en situación de calle. Por ejemplo, en Bolivia, la Fundación Arco Iris ofrece servicios integrales que incluyen educación, atención médica y apoyo psicológico. En México, la Fundación Pro-Niños de la Calle ha desarrollado un modelo educativo enfocado en la restitución de los derechos humanos, logrando cambios significativos en la vida de miles de niños. Estos modelos pueden servir de referencia para la República Dominicana, adaptándose a las particularidades locales.

La mendicidad infantil es una herida abierta en nuestra sociedad, reflejo de desigualdades y fallas sistémicas que afectan a los más vulnerables. Cada niño en las calles es una vida con potencial truncado, un recordatorio de que el tiempo para actuar es ahora. Porque es necesario construir un futuro donde cada niño sea protegido, educado y valorado como el recurso más valioso de nuestra nación.

Por: Luis Joel Martínez Ogando.
luismartinezogando@gmail.com

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