lun. Abr 21st, 2025


Lucas Bretón tiene 16 años.
Y ya hizo más que muchos que le duplican la edad:
soñar en grande, sin pedir permiso.

Formado en el Cibao FC, entrenando bajo un sol que castiga más que calienta, sin reflectores, sin lujos, sin alfombra roja…
Lucas hizo lo que pocos: creer que se puede.
Y ahora está fichado por el Málaga CF.
Y no como relleno. No como “el morenito que corre rápido”.
Como una promesa real del fútbol dominicano.
Una que ya debutó con la selección absoluta y que está demostrando que aquí también nacen cracks… aunque no los vean.

Porque sí, esta es tierra de peloteros.
Aquí los sueños se lanzan con bate y se batean con hambre.
Pero eso no quiere decir que no haya espacio para un balón redondo.
Lo que pasa es que nadie nos enseñó a soñar en otra dirección.
Y Lucas se atrevió.

Se atrevió a entrenar sin garantía.
A competir sin vitrinas.
A destacarse en una liga donde todavía el fútbol se ve como un hobby caro y no como una puerta real al mundo.

Y eso, en un país como este, es un acto de fe.

Porque aquí los talentos se pierden entre la falta de apoyo, el relajo institucional y un sistema que no apuesta a lo que no entiende.
Aquí no hay academias serias en cada provincia.
No hay visores constantes.
No hay infraestructura suficiente.
Y aún así, hay talento que se desborda.

Y Lucas es prueba de eso.

Es la bofetada suave al que dice que en Dominicana no se juega fútbol.
Es la prueba de que no hace falta nacer en Madrid ni en Río para tener nivel.
Hace falta hambre.
Hace falta disciplina.
Hace falta creérsela, aunque nadie más lo haga.

Y por eso su fichaje no es solo suyo.
Es de todos los chamaquitos que juegan en canchas rotas.
De los que driblan con medias hechas pelota.
De los que no tienen un apellido famoso ni un padrino con conexiones.
De los que juegan porque es lo único que los hace sentir vivos.

Lucas Bretón está abriendo una puerta.
Una que ojalá no se cierre cuando él cruce.
Una que ojalá el país se decida a empujar, para que detrás de él, vengan muchos más.

Porque si algo queda claro es esto:
el talento dominicano no está ausente.
Está esperando que lo miren.
Y cuando lo miran…
se lo llevan.

Porque es verdad que somos duros.

Ahora el reto es de nosotros. No de él.

Lucas hizo lo que le tocaba: destacar, rendir, abrirse paso. Pero el país sigue siendo el mismo que pone obstáculos antes que oportunidades.
¿Vamos a celebrar este fichaje como un milagro aislado? ¿O vamos a entender que este muchacho es la prueba de que hay miles más esperando su chance?

Es hora de tomar en serio el fútbol dominicano. No como entretenimiento. Como proyecto. Como industria. Como salida real para jóvenes con talento, hambre y disciplina.
Lucas nos mostró que sí se puede. Ahora nos toca a nosotros demostrar que no lo vamos a dejar solo en la foto.





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