Durante más de una década, la figura del presidente Leonel Fernández fue objeto de una operación política cuidadosamente diseñada para asociarlo con una “tasa de rechazo” elevada, casi irreversible. Desde 2012, numerosas encuestas comenzaron a ubicarlo sistemáticamente como el líder con mayor nivel de desaprobación, y esa percepción fue replicada una y otra vez en medios, debates y redes sociales.
Pero en el 2025, pasó algo interesante: Se rompió la tasa.
Lo que durante años se presentó como un dato técnico, hoy se revela como una construcción política. La llamada “tasa de rechazo” no fue una herramienta de análisis, sino parte de una narrativa destinada a sembrar la idea de que Leonel Fernández era una figura agotada, superada por el tiempo. Sin embargo, los estudios más recientes, incluso los realizados por firmas vinculadas al oficialismo, comienzan a contar otra historia.
La caída sostenida de esa cifra no es un simple ajuste metodológico. Es el reflejo de un cambio profundo en la percepción colectiva. Desde su salida del PLD y la fundación de la Fuerza del Pueblo, el electorado ha comenzado a reevaluar su figura. Lo que antes parecía un rechazo generalizado hoy empieza a entenderse como el resultado de años de bombardeo mediático y manipulación política.
Sí, hubo momentos donde su desaprobación fue alta. Pero esos números fueron intencionalmente amplificados para sostener una estrategia de exclusión. Más que reflejar el verdadero sentir de la gente, funcionaron como herramienta de propaganda.
Hoy, el escenario cambió. La ciudadanía observa, compara y reevalúa. En medio del desencanto con la gestión actual y la fatiga frente a la improvisación, Leonel Fernández empieza a verse con otros ojos: no como un líder del pasado, sino como una alternativa madura en un país que exige una dirección clara.
Las nuevas generaciones, que no vivieron sus gobiernos, lo observan sin prejuicios heredados. Sectores empresariales y sociales lo miran como un punto de equilibrio ante el ruido. Su discurso pausado, institucional y enfocado en la estabilidad conecta con quienes buscan esperanza en medio de la incertidumbre.
El Leonel de hoy no es el mismo del 2012. Ha evolucionado en imagen, en discurso y en estrategia. Su rol opositor ha sido firme, sin caer en estridencias. Su defensa del orden constitucional y del modelo democrático ha sido coherente, en contraste con un panorama marcado por la confrontación vacía. Ese contraste ha comenzado a consolidar su repunte.
En esa transformación, la Fuerza del Pueblo ha cumplido un papel clave. No se trata solo de respaldar a un líder, sino de desmontar una narrativa impuesta durante más de diez años. Se trata de restituir la verdad en el debate público.
Ejemplo de ello ha sido el accionar de miembros de su Dirección Política como Rafael Paz, Nathanael Concepción y César Fernández. Con intervenciones firmes y bien fundamentadas, han contribuido a devolver al partido su lugar en la agenda nacional. Frente a la maquinaria oficialista, han demostrado que también hay estructura, propuesta y liderazgo.
Aunque aún es temprano para hablar del 2028, hay una verdad evidente: un candidato puede crecer en apoyo, pero si carga con altos niveles de rechazo, su techo electoral se vuelve estrecho. Por eso, la reducción sostenida de esa barrera es una señal clara de viabilidad y fortaleza.
Este nuevo posicionamiento no es casual. Es el fruto de una figura que ha sabido resistir, esperar y apostar al largo plazo. En una política dominada por la inmediatez, Leonel Fernández ha elegido la estrategia, la paciencia y la coherencia.
Hoy, los datos ya no dicen lo que otros quisieron imponer. Hoy, se rompió la tasa.
Y si la Fuerza del Pueblo mantiene la firmeza, la inteligencia y la constancia, no solo desmontará una campaña de desprestigio de más de una década. También dejará al descubierto una verdad que muchos intentaron esconder: Leonel Fernández no regresó al centro del escenario político dominicano.
Nunca se fue.
Por José Augusto Batista (Jochy)