República Dominicana y Haití son dos alas de un mismo pájaro. Es un matrimonio sin divorcio. Pero no porque lo quiera usted o lo rechace aquel.
Es que territorialmente, como una especie de aborto de la historia, somos dos pueblos que ocupamos la Hispaniola.
Con tramos de nuestra existencia muy difíciles y con largos momentos de solidaridad entre pueblos hermanos.
De las dos naciones, en esta época (anteriormente no era así), República Dominicana es el país más desarrollado, con estabilidad política, social y económica, mientras que Haití se hunde cada día en la miseria, la violencia y con un Estado que da sus últimos suspiros de vida.
Ante esa situación de la parte oeste de la isla es lógico y normal que sus habitantes, abatidos por la pobreza, vean al territorio dominicano como la esperanza de tener mejor suerte.
Mejor suerte, tal como pensamos los dominicanos cuando nos arriesgamos a tomar una yola a Puerto Rico o irnos por la vuelta a México a Estados Unidos para lograr el “sueño americano”.
Es igual. Sin más ni menos.
Los haitianos que llegan al “paraíso” vienen en su mayoría a trabajar día y noche para enviar uno que otro peso a sus familiares. Lo mismo que hacemos los dominicanos de Nueva York con las remesas a Santo Domingo.
Esos migrantes haitianos luchan día a día para tener sus documentos en orden. Lo mismo que hace el dominicano ilegal en el extranjero.
¡No hay diferencias!
Entonces, ¿por qué celebrar que los migrantes del vecino país sea maltratados en nuestro territorio?
No sería mejor que pensemos en una especia de “Amnistía Migratoria” que permita a los dominicanos documentar a cada extranjero que este en nuestro suelo para iniciar la entrega de un carnet temporal de trabajo, provisional y que, si reúnen las condiciones, finalmente adquiera la residencia o la nacionalidad.
¡Una idea descabellada! De seguro que es tu reacción.
Pero en materia del fisco, cada trabajador haitiano documentado significa el pago de impuestos.
Además, si la bola de nieve continúa sin saber cuánto son y sin tener reglas claras sobre su permanencia aquí, en pocos años tendremos millones de personas dominicanas de descendencia haitiana siendo un ejército de personas indocumentadas.
POR JOSÉ RIVAS
*El autor es periodista.