He visto en las redes sociales una entrevista de la hija de Omega exponiendo situaciones familiares y personales que, independientemente de que sean ciertas o no, son cosas que debieron tratarse en privado y no hacerse públicas, mucho menos ir a una emisora radial a relatar esos asuntos. Quizá la inmadurez la llevó a dar esa “entrevista”, pero creo firmemente que no debió ventilar esos temas públicamente.
Y mientras esa entrevista se difundía por las redes como fuego en cañaveral seco, recordé otra historia que vi hace un tiempo: la de Scarlin Hernández, una joven dominicana oriunda de Jánico, Santiago, ingeniera aeroespacial que ha formado parte del equipo de la NASA responsable del telescopio espacial James Webb. Una historia de esfuerzo y orgullo nacional que, aunque valiosa y ejemplar, no tuvo la misma resonancia viral. Tal vez porque la vida, en su aparente contradicción, a veces nos distrae más lo doloroso que lo admirable. Así es la vida, señores. Así es la vida.
Días después, el padre de la joven acude al mismo programa para responder a las acusaciones de su hija. Grave error. Y es aquí donde quiero dejar un consejo para todos los padres, en especial para Omega.
Señor Omega: usted, como padre, creo que no debió ir a ese medio ni a ningún otro para responder a las acusaciones de su hija, fueran ciertas o no. No era el lugar ni la forma. ¿Para qué? ¿Para satisfacer el morbo? Al hacerlo terminó actuando igual que ella, dándole incluso más fuerza a sus palabras. Un padre no debe ventilar intimidades ni exponer públicamente a un hijo en las redes, redes que guardan todo para siempre. Créame: esas grabaciones sus nietos y descendientes no las verán como un legado digno.
Si su hija decidió hablar mal de usted públicamente, sabrá ella sus motivos, y ese es su problema. Recuerde que cada cual da lo que tiene en su corazón. Por su corta edad, su enfermedad o su inmadurez, quizá actuó por dolor, enojo o incluso con el deseo de hacerle daño. Pero usted, como adulto y como padre, tenía la opción de no entrar en ese mismo terreno. A veces el silencio, por duro que sea, es más digno y más sabio. Si está convencido de haber sido un buen padre, déjelo fluir: el tiempo le dará la razón si realmente la tiene.
Porque, al final, este tipo de conflicto no tiene ganadores: pierden ambos. Son padre e hija. El amor entre padre e hija es como las cuerdas de una guitarra: si una vibra, la otra también. Esa exposición pública solo deja heridas y vergüenza para los dos, y en este mundo cruel la gente mala se alegra de la desgracia ajena.
Al final del día, sigue siendo su hija. Es la misma hija que algún día podría darle nietos, la que siempre llevará su sangre y su apellido. Aunque hoy no tengan la relación más cercana, eso no elimina la responsabilidad ni el amor que deben guiar el vínculo entre padre e hija.
Creo que ambos deberían pedirle a Dios en sus oraciones que esta situación tan dolorosa y bochornosa sirva para unirlos en lugar de separarlos más. Que puedan encontrar el respeto y el cariño que merecen como familia.
Este consejo también es para ella. Porque exponer en redes los dolores y conflictos familiares no resuelve nada. Solo deja heridas más visibles y difíciles de sanar. Los problemas familiares, especialmente los más delicados, deberían resolverse en privado, con la voluntad sincera de sanar y entenderse.
Ojalá ambos puedan reflexionar. Al final, más allá del escándalo y las redes, son padre e hija. Y siempre será mejor buscar el entendimiento que el espectáculo.
La vida.
Por Lic. Jeffrin G. Pacheco Reyes