Las prosa de Mabui
“No hay cambios sociales sin cambios emocionales”, dijo Altagracia Valdez (Tata), como con cariño le decimos—, y esa frase me tocó el alma. No va muy lejos de otra de unas verdades profundas: “Si quiero que el mundo cambie, yo cambio”.
Amados lectores, nadie puede dar lo que no tiene dentro. Es así de claro. Según las propias palabras de Tata, el primer paso es atravesar nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro mundo emocional. Ir hacia dentro, con valentía, humildad y conciencia.
En un escrito anterior, reflexionaba sobre el deber de cada uno de cumplir su rol desde el espacio que la vida le ha permitido estar. Pero no hablo de quedarnos en espacios que nos desgastan o nos apagan. Si no estamos a gusto, si solo nos quejamos, entonces necesitamos movernos. El verdadero cambio comienza cuando reconocemos que merecemos vivir con propósito y plenitud.
Los tiempos cambian. Las estructuras sociales se transforman, y nuestras emociones —a veces ignoradas— también se sacuden. Vivimos una era de inestabilidad, de incertidumbre. Los valores que antes parecían firmes hoy se cuestionan. Lo que sostenía nuestras relaciones, comunidades y sistemas se desdibuja. Pero más allá de lo social y lo emocional, hay una dimensión más profunda que no podemos ignorar: la espiritualidad.
Y no me refiero únicamente a una religión o doctrina. Hablo de esa capacidad interior de conectar con algo más grande que nosotros, con lo eterno, lo sagrado, lo divino. Cuando todo cambia afuera, es porque primero hubo un cambio adentro. Así funciona la vida: de adentro hacia afuera.
Queremos que cambien los gobiernos, que cambien nuestras familias, que cambien nuestros entornos… Pero esos cambios solo serán verdaderos si comienzan en el interior de cada persona. Cambios emocionales que den origen a cambios sociales.
La historia espiritual de la humanidad está escrita con huellas de transformación: Abraham dejó su tierra por una promesa, Moisés condujo a su pueblo en medio de la incertidumbre, Jesús cambió el mundo a través del amor, el perdón y la entrega total. Todos vivieron rupturas, desafíos, pérdidas. Pero había algo dentro de ellos —una certeza interior, una fe profunda— que les daba dirección.
También nosotros necesitamos volver al centro. Volver a lo esencial. Si anhelamos paz, propósito y sentido, tenemos que regresar a nosotros mismos. Cultivar una espiritualidad que nos enseñe a amarnos, a amar en medio del conflicto, a esperar con paciencia, a actuar con esperanza.
Los cambios internos son inevitables. Pero los sociales son inminentes. No habrá transformación en la sociedad sin una transformación primero en nuestras emociones. Y no hay verdadera transformación externa sin conversión interna. Porque todo cambio duradero, toda revolución verdadera, comienza en el corazón.
Por Evelin Peguero