lun. Jun 16th, 2025


La relación entre República Dominicana y Haití ha sido definida por siglos de historia, migración y conflicto. En este contexto, periódicamente emerge una narrativa peligrosa: la idea de que Haití representa una amenaza existencial para la soberanía dominicana. Sin embargo, más allá de los desafíos reales de la migración y la gestión territorial, el discurso de miedo y desinformación ha sido un arma utilizada para justificar medidas extremas y alimentar la xenofobia.

Las sociedades construyen sus relatos colectivos sobre percepciones compartidas, y cuando estas se basan en el temor, pueden generar consecuencias devastadoras. La idea de una “invasión haitiana” ha sido utilizada a lo largo de la historia para reforzar prejuicios y aplicar políticas de exclusión, reduciendo a miles de personas a meras amenazas abstractas en lugar de individuos con vidas, historias y necesidades legítimas.

No se trata de cuestionar la defensa de la soberanía nacional, sino de evitar el uso del pánico como herramienta de manipulación. La migración haitiana, más que una infiltración organizada, responde a una crisis humanitaria que empuja a miles de personas a buscar estabilidad. Sin embargo, el relato alarmista continúa fortaleciéndose, justificando medidas cada vez más hostiles.

Los datos oficiales desmienten la idea de una ocupación forzada. En 2023 y 2024, la Dirección General de Migración deportó unos 341,852 haitianos, sin registros de delitos penales en la base de datos oficial. Estas cifras reflejan un fenómeno migratorio basado en la búsqueda de oportunidades más que en un intento de desestabilizar el país.

Sin embargo, existe una amenaza real que merece mayor atención: el movimiento transnacional de las bandas criminales. A diferencia de la percepción errónea de una invasión haitiana, las organizaciones del crimen organizado sí representan un riesgo palpable. Estas estructuras, con influencia en ambos lados de la isla, han evolucionado hasta convertirse en actores desestabilizadores con capacidad de socavar la seguridad ciudadana, explotar vulnerabilidades fronterizas y desafiar la autoridad del Estado.

Las bandas transnacionales no reconocen fronteras ni límites, operan mediante redes que trafican personas, armas y drogas, y afectan directamente la estabilidad de la región. En este sentido, la gestión de la seguridad debe estar basada en estrategias regionales de cooperación y fortalecimiento de capacidades estatales, en lugar de discursos alarmistas que distorsionan la realidad.

Si algo amenaza la soberanía dominicana, no es la migración haitiana per se, sino la ausencia de políticas eficaces que regulen los flujos migratorios y enfrenten el crimen organizado de manera estructural. En lugar de sembrar pánico, la respuesta debe enfocarse en la creación de mecanismos de seguridad modernos, el fortalecimiento de la cooperación internacional y el desarrollo de estrategias integrales de gestión fronteriza.

República Dominicana no enfrenta una invasión militar, pero sí un desafío urgente: la necesidad de abordar los problemas migratorios y de seguridad con inteligencia y estrategia, dejando de lado el miedo como instrumento de manipulación política. Es hora de enfrentar los retos con soluciones reales, no con paranoia.

El autor es abogado, docente Magister en Seguridad y Defensa Nacional, especialista en Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario, especialista en Geopolítica, doctorando en Derecho Administrativo Iberoamericano, coordinador del Observatorio de Seguridad y Defensa-RD.

Por: Juan Manuel Morel Pérez.

Email: j.morelperez@gmail.com





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