Con inmensa emoción y profundo pesar honro la memoria de mi querido amigo, Eduardo Grullón Viñas, un ser lleno de vida que iluminó cada lugar con su risa y optimismo.
Recuerdo aquellos días de mi infancia, cuando tenía 11 años, y la amistad era sincera y pura. Juntos con Osian Abreu, Enrique de Marchena, Juan Carlos Rodríguez Copello, Miguel Feris, Luichi Pantaleón y mi hermana Erika, formábamos un grupo unido y lleno de alegría. Fue en esos momentos simples y genuinos cuando conocí a Eduardo, cuyo brillo en la mirada y sonrisa franca lo hicieron inolvidable.
A lo largo de los años, la distancia y las responsabilidades nos separaron, pero el cariño siempre permaneció intacto. Nuestras familias –mi padre, Luis Mauricio Bogaert Álvarez, y don Alejandro Grullón Espaillat– forjaron una amistad de antaño que marcó una época en Santiago y en nuestro país. Esa conexión profunda nos enseñó el valor del compañerismo y la lealtad.
Eduardo destacaba por su carisma y sentido del humor. Con una broma o una anécdota, era capaz de transformar un día aburrido en uno lleno de diversiones. La determinación que heredó de su padre se mezclaba con una alegría contagiosa que inspiraba a quienes lo rodeaban.
Al presidir AFP Popular, la institución del régimen previsional más importante del país, Eduardo se comprometió con pasión a mejorar la vida de la gente. Mi hermana Erika, quien ha dedicado más de 25 años a esa causa, es testigo del impacto positivo que él dejó en todos los que tuvieron el privilegio de compartir su camino.