sáb. Abr 26th, 2025

Por Henry Zacarias

SAN JUAN DE LA MAGUANA, República Dominicana, (29 de marzo de 2025). – La comunidad educativa de la República Dominicana se encuentra en un momento de profunda reflexión tras el lamentable fallecimiento de varios docentes que, producto del estrés y la presión laboral, han perdido la vida de manera prematura. Estos hechos, que han pasado inadvertidos en el debate público, nos llaman a levantar la voz y a exigir condiciones de enseñanza dignas para quienes dedican su vida a la formación de las futuras generaciones.

El caso de Adriana Silvia Armella, vicedirectora de la Escuela Normal “Juan Ignacio Gorriti” en Jujuy, Argentina, quien falleció tras descompensarse en una reunión de padres, resuena en nuestra realidad dominicana. Sus colegas expresaron que su muerte fue “el último eslabón de una cadena de situaciones” que evidencian las difíciles condiciones en las que trabajan los educadores. Esta realidad no es ajena a nuestro país, donde los maestros son constantemente presionados por la comunidad educativa y por padres que delegan en ellos responsabilidades que deben asumir en el hogar.

La maestra Evangelina de los Santos de la Rosa, orientadora y psicopedagoga del Politécnico Pedro Henríquez Ureña en San Juan de la Maguana, advierte sobre la creciente crisis emocional y física que enfrentan los docentes. “Hoy, mientras asistimos a rezos y velatorios de colegas que han sido víctimas del estrés y la sobrecarga laboral, nos preguntamos hasta cuándo seguiremos normalizando este desgaste”, expresa con preocupación.

Los docentes dominicanos, al igual que en otras partes del mundo, son vistos como psicólogos improvisados, mediadores familiares y administradores de sistemas burocráticos que priorizan el papeleo sobre la persona. Enfrentan aulas superpobladas y niños con heridas sociales que ningún plan educativo contempla. Sin embargo, lejos de recibir apoyo, son constantemente señalados y criticados por supuestos “buenos salarios sin trabajar” y no formar en valores a los estudiantes, cuando en realidad formar en valores no es necesariamente una responsabilidad de la escuela, esta es una responsabilidad primordial de los padres en el hogar y la familia.

Es momento de que la sociedad dominicana reflexione sobre el papel del docente y cómo su bienestar impacta directamente en la calidad de la educación. La escuela no puede seguir siendo un campo de batalla donde los educadores luchan en solitario. Es imprescindible un cambio en la forma en que se valora y respalda a quienes tienen la noble misión de enseñar.

Hoy, al recordar a aquellos que han partido, hacemos un llamado urgente a las autoridades, a las familias y a toda la comunidad educativa: no permitamos que la enseñanza siga cobrando vidas. Que el sacrificio de nuestros docentes no sea en vano, sino la chispa que encienda una transformación en favor de la educación y de quienes la hacen posible.

Este artículo escrito por el profesor Henry Zacarias Terrero Valdez es en honor como homenaje póstumo a la maestra Andrea Ramírez García de Las Matas de Farfán que ejercía su labor como docente ejemplar en el Politécnico Pedro Henríquez Ureña y a otros maestros del país que ya ni siquiera mencionamos sus nombres, pero que dejaron una impronta en la educación dominicana y del mundo.

También con este artículo reflexivo quiero rendir honor a una maestra que aunque no conocí, vale la pena leer las reseñas que de ella se hacen para entender que era una docente abnegada, la maestra Adriana Silvia Armella (56), vicedirectora de la Escuela Normal “Juan Ignacio Gorriti” en Argentina, quien falleció el jueves 20 de marzo, quien se descompensó durante una reunión de padres y murió horas después en un hospital. La maestra sufrió un accidente cerebrovascular (ACV) en medio de la reunión.

Fuente: TVCrónicas

Coordina por Grupo Crónicas: Helen M Terrero V

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