Es muy importante procurar siempre que las cosas malas no nos sorprendan, sobre todo cuando sabemos que pueden ocurrir. Y si suceden podemos evitar que las consecuencias sean lo menos perjudiciales posibles. Eso incluye, como es lógico, la capacidad de resiliencia para reponernos en un tiempo razonable.
Esa prevención también puede aplicarse para poder aprovechar las potencialidades y las oportunidades que tenemos como país. Esa misma dinámica puede aplicarse a nuestras actividades privadas y familiares.
Y alguien podría preguntarse cómo prever que nos vaya bien, y la respuesta es simple. La planificación es la clave y es válida para las naciones, para las instituciones y las familias.
Por lo regular actuamos sin planes claros sobre los objetivos que tenemos y sin un protocolo para las acciones que esos planes conllevan. Así que la prevención es fundamental para progresar.