mié. Jul 2nd, 2025


Partiendo de que La inteligencia, en su sentido más amplio, es la capacidad de recolectar, analizar y utilizar información para la toma de decisiones estratégicas. No se limita a la observación, sino que implica interpretar datos y prever escenarios, convirtiéndose en una herramienta esencial para la seguridad y la nación. En el contexto estatal, la inteligencia es un sistema de recopilación y procesamiento de información, orientado a identificar amenazas, fortalecer la seguridad nacional y garantizar la estabilidad institucional. En República Dominicana, su evolución ha estado marcada por diferentes estructuras, desde los métodos rudimentarios de vigilancia de los pobladores originarios hasta la moderna organización del Sistema Nacional de Inteligencia (SIN), constitucionalizado en 2010.

La inteligencia en República Dominicana ha sido un eje estratégico desde tiempos precolombinos hasta la actualidad. Su desarrollo ha estado marcado por la adaptación a distintos contextos políticos y de seguridad, desde los métodos de vigilancia indígena hasta los sistemas modernos de información y análisis. Sin embargo, sigue enfrentando desafíos estructurales que afectan su eficiencia y transparencia.

Los pobladores originarios desarrollaron un tipo inteligencia para la supervivencia, ya que los taínos, organizados en cacicazgos, empleaban la vigilancia como herramienta de defensa. Los Nitaínos observaban los territorios, identificando incursiones enemigas, especialmente de los caribes. Esta estrategia permitía la protección territorial y la administración de los conflictos internos. Con la llegada de los españoles, adquirió un nuevo propósito. Los propios taínos fueron utilizados como informantes sobre recursos naturales y estructuras defensivas. La recopilación de información facilitó la expansión colonial y la explotación del territorio.
Durante la independencia, la inteligencia fue fundamental para evitar que se descubrieran los planes separatistas. Organizaciones clandestinas como La Trinitaria y La Filantrópica operaban bajo estrictos protocolos de contrainteligencia, asegurando la consolidación del movimiento libertador, además de la infiltración de trinitarios Enel ejercito haitiano,

Tras la Independencia en 1844, la joven nación enfrentó constantes amenazas, lo que llevó a la creación de redes informales de espionaje y vigilancia en las fronteras. La inteligencia tenía un enfoque esencialmente militar, utilizada para detectar intentos de invasión. Pedro Santana y Buenaventura Báez recurrieron a informantes y aliados estratégicos para consolidar su poder.
Durante la Guerra de la Restauración (1863-1865), la inteligencia dominicana se centró en las comunicaciones clandestinas para organizar la resistencia contra España. La recopilación de información sobre posiciones militares españolas y el uso de redes de mensajería fue clave para la victoria restauradora en 1865.

Tras la restauración, las pugnas políticas internas determinaron el uso de la inteligencia, principalmente para controlar opositores y mantener la estabilidad del régimen de turno. Se utilizaban espías en el gobierno y el ejército para desmantelar conspiraciones.

Con la llegada de Ulises Heureaux (Lilís), la inteligencia tomó una forma más organizada y represiva. Lilís estableció un sistema de informantes y vigilancia interna para identificar conspiraciones contra su gobierno. Su red de espionaje estuvo enfocada en la neutralización de enemigos políticos, logrando mantener el control hasta su sistema de inteligencia fallo y se produjo su asesinato en 1899.

Tras su muerte de Lilis, los gobiernos posteriores enfrentaron un período de inestabilidad, donde la inteligencia seguía siendo utilizada con fines políticos. Con la intervención de EE.UU. en 1916, la inteligencia se reconfiguró hacia una supervisión estratégica bajo influencia extranjera, dando inicio a una nueva fase en la historia de la seguridad nacional dominicana.

Entre 1930 y 1961, el Servicio de Inteligencia Militar (SIM) se convirtió en el principal instrumento de represión del régimen de Trujillo. Los Calieses, un tipo de inteligencia humanas que , realizaban espionaje, torturas y ejecuciones para eliminar cualquier amenaza al poder del dictador, que aunque con métodos inaceptables, esa estructura cumplía con su rol, proteger la estabilidad de su gobierno.

Tras la intervención de 1965 y en el contexto de la Guerra Fría, la inteligencia dominicana se alineó con las estrategias anticomunistas de Estados Unidos. La policía asumió el control de la vigilancia ideológica, con el Servicio Secreto como estructura central. La Fuerza Aérea, a través del A-2 (El Mercadito), mantuvo una política de espionaje y represión hasta finales de los años 70.

En 1978, Joaquín Balaguer promulgó la creación del Departamento Nacional de Investigaciones (DNI), diseñado para estructurar el sistema de inteligencia en el país. Aunque concebido como un organismo estratégico con personal civil, se estableció bajo la jurisdicción de las fuerzas armadas para evitar que sectores de izquierda lo controlaran. Desde entonces, el DNI ha sido el eje del subsistema de inteligencia estratégica.

La década de 1990 marcó con la designación del Mayor General Ramon Alcides Rodriguez Arias como jefe de la policía y director del Departamento Nacional de Investigaciones, así como del entonces coronel Julio Cesar Lorenzo Campusano, como comandante del Servicio secreto y sub director del departamento nacional de investigaciones el inicio de una coordinación más estructurada. Se estableció la Mesa de Inteligencia, con el DNI asumiendo el rol de coordinación general. No obstante, las agencias de inteligencia operaban de manera aislada, generando competencia interna para proporcionar informaciones a los tomadores de decisión.

En 2010, la inteligencia dominicana alcanzó un punto clave con su constitucionalización. La Constitución estableció el Sistema Nacional de Inteligencia (SIN) como parte fundamental de la estructura de seguridad del Estado.

La Ley No. 1-12, específicamente en su Eje Estratégico 3, resalta la necesidad de un sistema de inteligencia eficiente, respetando el Estado de Derecho. Este marco legal avala la modernización y el fortalecimiento de las instituciones de seguridad e inteligencia, buscando garantizar su operatividad sin comprometer las libertades fundamentales.

Hoy en día, la inteligencia estatal enfrenta una crisis su propósito debe trascender lo operacional y consolidarse como un mecanismo de planificación estratégica para el Estado. Sin embargo, muchas agencias operan de manera reactiva, sin visión de largo plazo ni coordinación efectiva.

El problema radica en la desorientación de prioridades. La inteligencia no puede limitarse a recopilar datos sin un propósito definido. En los años 90, la anticipación y el análisis estratégico permitían un control más efectivo del entorno. Hoy, las agencias deben retomar el concepto de inteligencia de Estado, integrando una perspectiva prospectiva y multidimensional.

Para garantizar un sistema de inteligencia funcional y eficiente, es necesario abordar varios aspectos clave: Regulación del Sistema Nacional de Inteligencia (SIN), Adecuación del DNI a su Nuevo Ro, Es necesario redefinir su papel dentro del sistema de seguridad nacional y su relación con el consejo de seguridad y defensa, profesionalización y creación de la Carrera de Inteligencia, Regulación de la Inteligencia Corporativa, Producción de Inteligencia de Estado, las agencias deben enfocarse en generar información útil para la toma de decisiones nacionales, evitando que su enfoque se limite a su ámbito operacional .

La inteligencia en República Dominicana ha evolucionado desde una herramienta de defensa territorial hasta un sistema moderno con implicaciones estratégicas. Sin embargo, aún enfrenta retos estructurales que limitan su funcionalidad y transparencia.

El futuro de la inteligencia nacional depende de su capacidad para transformarse, profesionalizarse y alinearse con los principios del Estado de Derecho. La regulación del SIN, la adecuación del DNI y la creación de un marco estructural eficiente serán esenciales para consolidar un sistema que responda a los desafíos del siglo XXI.

Así como advertí con la ley 1-24 desde antes de su aprobación hoy hago mis observaciones y se que como Montesinos seguiré siendo la voz que clama en el desierto pero una vez mas el tiempo me dará la razón.

El autor es bogado, docente, magister en Seguridad y Defensa Nacional, especialista en Derechos Humanos y Derecho Internacional humanitario, doctorando en derecho Administrativo iberoamericano, coordinador del Observatorio de Seguridad y Defensa-RD.

Por Juan Manuel Morel Pérez





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