En una decisión que podría marcar un antes y un después en el orden global, el expresidente Donald Trump hoy nuevamente en el poder ha ordenado ataques aéreos con bombarderos B-2 Spirit contra objetivos estratégicos en Irán, sin autorización previa del Congreso de los Estados Unidos. Más allá de la espectacularidad militar, estamos ante una peligrosa señal de improvisación, unilateralismo y desprecio por los controles institucionales que deberían regir una democracia, incluso una tan poderosa como la estadounidense.
Este no es un episodio más. La utilización del B-2 Spirit una aeronave diseñada para penetrar defensas antiaéreas y destruir blancos de altísimo valor revela la intención de impactar severamente las capacidades militares de Irán, especialmente en instalaciones sensibles como Fordow, Isfahan o Natanz. La operación, realizada sin consulta ni aprobación legislativa, coloca al mundo en una senda alarmante: no solo escaló el conflicto entre Estados Unidos, Israel e Irán, sino que reconfigura todos los frentes geopolíticos del planeta.
Un mundo al borde
Este ataque no se puede analizar en aislamiento. Ocurre mientras arden otros fuegos simultáneos:
• Rusia intensifica su ofensiva sobre Ucrania.
• China presiona sobre Taiwán.
• India y Pakistán mantienen una paz inestable.
• Los Hutíes y Hezbolá amenazan con respuestas en cadena.
Cada uno de estos focos puede activarse en reacción al nuevo contexto. Y en ese tablero inflamado, el ataque de Trump funciona como un dominó global.
Estados Unidos, en guerra sin decirlo
Aunque no exista una declaración formal, el uso de bombarderos estratégicos, misiles de penetración profunda y una retórica de “victoria aplastante” dibuja un escenario inequívoco: Estados Unidos está en estado de guerra activa. La diferencia es que esta vez lo ha hecho sin consultar a su Congreso, sin respaldo multilateral, y sin medir al parecer las consecuencias políticas, económicas y humanas que de ello se derivan.
El Congreso estadounidense está dividido: mientras algunos sectores republicanos celebran el “liderazgo audaz” de Trump, otros, junto a varios demócratas, denuncian una violación directa a la War Powers Resolution. Varios legisladores han advertido que esta decisión podría configurar una “ofensa sujeta a juicio político”, ya que se ha violado el principio fundamental de que solo el Congreso puede autorizar una guerra.
El impacto en todos nosotros
No es solo una disputa entre potencias. Las consecuencias ya se sienten:
• Los mercados financieros se tambalean.
• El precio del petróleo se dispara ante el riesgo de que Irán cierre el Estrecho de Ormuz.
• La cadena de suministros global entra en turbulencia.
• Países en desarrollo, como los nuestros, verán encarecer importaciones clave y enfrentar nuevos desafíos económicos.
Lo más preocupante es que se está normalizando una lógica de poder que desprecia las reglas, las instituciones y la diplomacia. Si el país más poderoso del mundo puede lanzar un ataque de esta magnitud sin consultar a su Congreso, ¿qué mensaje se está enviando al resto del planeta?
¿El preludio de una guerra global?
Nadie quiere hablar de una Tercera Guerra Mundial. Pero los ingredientes están sobre la mesa: superpotencias enfrentadas, frentes múltiples activos, uso de armamento estratégico, y actores no estatales como los Hutíes, Hezbolá y el Estado Islámico listos para escalar el caos. La diferencia con las guerras anteriores es que ahora hay interdependencia económica, armas nucleares en múltiples manos y un planeta interconectado que sufre cada sacudida en tiempo real.
La democracia no puede ser una fachada
El acto de Trump no es solo una operación militar: es un acto de desprecio por los equilibrios democráticos y un retroceso a la política de la fuerza bruta. Si los líderes mundiales no responden con firmeza diplomática, y si las instituciones estadounidenses no exigen rendición de cuentas, entonces habremos cruzado una línea peligrosa: la de la guerra sin consentimiento, la del poder sin freno, la del caos legitimado por la arrogancia.
Por Elvin Castillo