En el corazón de la política dominicana, un diputado astuto y ambicioso, Ramón Batista, se había convertido en el principal enlace entre la provincia de Santiago y el Gobierno de la República. Durante años, había perfeccionado el arte de la manipulación política, asegurándose de estar siempre en el centro de las decisiones clave sin importar los medios.
Con las elecciones presidenciales acercándose, Ramón vio una oportunidad única para consolidar su influencia: convencer al presidente de que Santiago estaba a la vanguardia del desarrollo con la inauguración de un megaproyecto de infraestructura. Sin embargo, había un pequeño inconveniente: las obras apenas habían comenzado y no estarían listas en meses, si es que alguna vez se terminaban.
El Montaje
Ramón necesitaba hacer creer al presidente y a la nación entera que el proyecto era un éxito rotundo. Con su equipo, ideó un plan maestro: organizar una visita oficial en la que el mandatario pudiera “ver” el progreso.
Para ello, ordenó maquillar los pocos avances realizados. Fachadas recién pintadas, pancartas con lemas como “Santiago avanza hacia el futuro”, y trabajadores contratados solo para el día del evento fueron parte del show. Aseguró que los espacios visibles estuvieran impecables y que los visitantes no pudieran explorar más allá de las áreas estrictamente seleccionadas.
Para darle un aire de autenticidad, Ramón también organizó una coreografía perfecta: supuestos ingenieros presentando planos, empleados simulando operar maquinaria, y hasta un grupo de estudiantes de arquitectura fingiendo hacer estudios de suelo.
La Gran Inauguración
El día del evento, el presidente llegó a Santiago con un séquito de ministros y periodistas. Ramón lo recibió con un discurso emotivo, destacando la “velocidad” y “eficiencia” con las que el gobierno había impulsado el desarrollo en la región.
El mandatario recorrió las instalaciones cuidadosamente arregladas, viendo obreros ocupados en tareas perfectamente ensayadas y escuchando a expertos hablar sobre las maravillas tecnológicas que supuestamente transformarían la ciudad. Ante las cámaras, el presidente elogió el trabajo de Ramón, asegurando que era un ejemplo de liderazgo y compromiso.
La Caída del Engaño
Todo marchaba según lo planeado, hasta que unos días después, un grupo de periodistas y ciudadanos intentaron visitar las “modernas instalaciones”. Lo que encontraron fue desolador:
Los edificios estaban vacíos, algunos sin luz eléctrica ni agua. Los “trabajadores” del día de la inauguración habían desaparecido y los equipos tecnológicos nunca existieron. La supuesta megaobra no era más que una escenografía de cartón.
Las imágenes del engaño se hicieron virales en redes sociales y noticieros. El escándalo fue inevitable. El presidente, furioso, exigió una investigación, y Ramón, el astuto diputado, se vio atrapado en una tormenta de acusaciones.
Epílogo
Lo que comenzó como un simple engaño político se convirtió en un símbolo de la corrupción y la falta de transparencia en el país. Aún hoy, muchos se preguntan si Ramón lograría escapar de la justicia o si su carrera política había llegado a su fin.
Posdata: Un agradecimiento especial a mi amigo uasdiano que me compartió esta historia y que prefiere el anonimato. Derechos reservados al autor original de la inspiración, aunque su identidad sigue siendo un misterio.
Fuente: FB
Coordinan por Grupo Crónicas: Helen M Terrero V & Evangelina de los Santos de la Rosa