mié. Mar 26th, 2025


La figura de Joaquín Balaguer en la historia dominicana es compleja y multifacética. Para muchos, su nombre evoca la sombra del trujillismo y un conservadurismo férreo; sin embargo, un análisis más profundo revela a un estadista pragmático que, pese a la polarización extrema y las heridas abiertas tras la Guerra de Abril de 1965, aplicó políticas económicas de izquierda moderada, promovió un exacerbado nacionalismo, defendió la austeridad republicana y construyó los cimientos del desarrollo material e inclusivo del país.

Cuando el Dr. Balaguer asumió la presidencia, encontró un país en un estado de descomposición alarmante. La infraestructura era prácticamente inexistente, las provincias estaban brutalmente desconectadas y la economía se encontraba en una precariedad extrema. Las ciudades principales carecían de vías de comunicación eficientes, lo que dificultaba no solo el comercio interno, sino también el acceso a servicios básicos. Era un país fragmentado, tanto en lo físico como en lo social.

Sin embargo, lejos de amedrentarse ante este panorama desolador, desplegó una sagacidad política excepcional. Comprendió que la clave para estabilizar la nación y evitar un nuevo estallido social radicaba en crear oportunidades de desarrollo tangible. Fue entonces cuando implementó un ambicioso programa de infraestructura, que incluyó la construcción de los principales circuitos conurbanos del país. Esta red vial conectó las regiones más aisladas, dinamizando la economía, facilitando el comercio y mejorando la calidad de vida de millones de dominicanos.

La infraestructura, sin embargo, no fue su único legado. Su exacerbado nacionalismo marcó una política económica única en la región. Se mostró siempre renuente a aceptar préstamos internacionales, prefiriendo evitar las ataduras que estos conllevaban. Esta aversión a la deuda externa, aunque limitada en recursos, permitió que la República Dominicana preservara su soberanía económica y evitara las recetas neoliberales impuestas por organismos financieros internacionales. Esta independencia financiera se complementó con una estricta austeridad republicana. Balaguer promovió un manejo sobrio y transparente de los recursos públicos, contrastando con la corrupción y el despilfarro observados en otros países latinoamericanos.

Su visión de desarrollo no se limitó a lo económico. El Dr. Balaguer tuvo una mirada pionera en la protección del medio ambiente. Impulsó leyes de reforestación, estableció parques nacionales y promovió una conciencia ecológica en un tiempo donde estos temas no estaban en la agenda global. Además, comprendió la importancia de la sostenibilidad energética, apostando por las energías renovables, especialmente la hidroeléctrica. Su visión adelantada permitió diversificar la matriz energética del país, reduciendo la dependencia de los combustibles fósiles importados y sentando las bases para un sistema más resiliente y sostenible.

Pero quizás uno de los aspectos más notables fue su capacidad para maniobrar políticamente en un ambiente hostil. Supo tejer alianzas, apaciguar a sus adversarios y mantener la estabilidad política, todo mientras aplicaba políticas sociales y económicas que promovieron un crecimiento inclusivo. Su pragmatismo le permitió adoptar medidas de izquierda moderada, como programas de empleo masivo y apoyo social a los sectores más vulnerables, sin perder el control político ni comprometer la estabilidad del país.

Hoy, muchos regímenes de izquierda en América Latina practican un gatopardismo político evidente: simulan cambios profundos mientras preservan intactas las estructuras de poder. Bajo un manto de justicia social, operan con esquemas autoritarios, profundizan la lucha de clases y establecen redes de corrupción privilegiadas. Las células del izquierdismo dominicano carecen de autoridad moral cuando legitiman regímenes atroces, barbáricos e indefendibles, evidenciando una peligrosa afinidad con gobiernos que vulneran derechos humanos y perpetúan la miseria.

Además, su doble moral se hace evidente al establecer alianzas con sectores políticamente cuestionados, primero con el liderazgo de Leonel Fernández y luego con el “danilato”. Estos pactos con el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) desnudan su falta de coherencia, presentándose como adalides de la justicia social mientras se asocian con figuras involucradas en escándalos de corrupción y prácticas políticas cuestionables. Al legitimar líderes y gobiernos criticados por el mal manejo del poder, pierden peso para emitir juicios críticos sobre la historia política dominicana.

Es en este contexto donde la figura de Joaquín Balaguer se reivindica en el centro de las simpatías dominicanas. A diferencia de los movimientos de izquierda actuales, Balaguer, pese a sus claroscuros, mostró un pragmatismo y un nacionalismo exacerbado que siempre priorizó el interés nacional. Su legado tangible en infraestructura, protección del medio ambiente, políticas sociales moderadas y una austeridad republicana rara en estos tiempos contrasta con la corrupción y el oportunismo actuales. Mientras los regímenes contemporáneos se hunden en la incoherencia, su figura emerge como un referente de estabilidad, demostrando que su legado no solo perdura, sino que cobra mayor relevancia frente a la falta de ética de sus críticos.

Por: Hayrold Ureña.





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