En búsqueda de la salud integral
Continuamos este acercamiento primero al tomo 21 de la Colección Torrentes que desarrolla el tema de la contemplación. Indica el Catecismo que todos los seres humanos tenemos una vocación a la oración contemplativa de modo que se concrete la búsqueda de la santidad y del compromiso para transformar para bien la sociedad de acuerdo al Evangelio de Jesucristo y las normativas de la Iglesia Católica.
Cada comunidad ha de respetar la vocación de la persona humana, y entre ellas, la misión de los sacerdotes y consagrados que dedican su vida a la oración. Es una falta sumamente grave y una ignorancia magnificada el decir que los sacerdotes y consagrados no hacen oración, cuando su vida es celebrar los sacramentos, su vida misma es una oración. Ellos han renunciado a tener familia propia, a sus propios bienes y viven en obediencia a la misión de la Iglesia en la persona del Papa, del Obispo y los superiores particulares. Son muchos los ejemplos que podemos citar de presbíteros, obispos y consagrados que llevan una vida de oración, con sus limitaciones, sus equivocaciones, sus graves faltas y sus grandezas, tal como es la vocación de todo ser humano.
El segundo capítulo de la obra Contemplación el título es itinerario hacia la contemplación para desglosar el paso a la oración contemplativa que abarca la meditación, paso previo a la contemplación, la lectura meditada y la oración repetitiva que introducen a la contemplación. Estas son las herramientas para propiciar la contemplación como una gracia y como una disciplina. Se trata del proceso ordinario para practicar la oración contemplativa.
Detectemos las señales del paso a la oración contemplativa con varias consecuencias. Se debe dar una preparación remota y próxima para la entrada en la contemplación. Se necesitan unas orientaciones prácticas de parte del director. Respecto de la contemplación hay que tener un acompañamiento espiritual, no manipulador o una persona rígida, sino una persona clara y puntual.
Son varias las orientaciones para el director de la contemplación en base a los grandes maestros espirituales: San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, San Bernardo de Claraval, de modo que se pueda alcanzar la contemplación adquirida por la oración de simplicidad, el leer contemplativo, la oración de unión, la oración de recogimiento. La oración presencia es simple visión y entrega.
La contemplación nos lleva a aprender cuánto estamos en la ignorancia, cuánto tenemos que vivir la vida oculta de oración, abandonar actividades protagónicas en el ámbito de la Iglesia, es decir, la verdadera vida de fe es el descarte de lo pasajero y superficial. Estas son las profundidades del Espíritu Santo.
Las definiciones de la contemplación son padecer a Dios, tener conciencia de Dios a quien te ama y conoce el centro del propio ser. mirar a Dios amando y existir con él y en él, descanso en Dios, absorción amorosa en Dios. Es el dirigir la mirada hacia el Huésped Interior sin querer otra cosa más que su presencia. El Huésped Interior, el Dulce Huésped del alma, lleva a mirar detenidamente con amor a Jesús y dejar que él me mire con su profundo amor.
El aporte a esta temática contemplativa por el autor es la inserción en ella de la espiritualidad ignaciana de la participación en una relación personal del ejercitante con Cristo. El conocimiento interno de Cristo es buscar a la persona de Cristo que requiere la meditación cristiana profunda, la famosa oración centrante y la contemplación clásica.
El autor es doctor en Teología Católica.
Por: Padre Manuel Antonio García Salcedo.
Arquidiócesis de Santo Domingo