En la política dominicana, muchas personas han sido condicionadas a actuar como si tuvieran una lealtad inquebrantable a los partidos. Creen que votar “línea entera” es símbolo de compromiso o fidelidad, cuando en realidad, en una democracia, el verdadero compromiso debe ser con los principios, con las ideas, y con el bienestar colectivo.
La República Dominicana permite el voto cruzado. Eso significa que usted puede elegir al presidente de un partido, al senador de otro, al diputado de otro, y al regidor o alcalde de uno completamente diferente. Y eso no está mal. De hecho, es sano, democrático y necesario.
Cada militante o simpatizante tiene su propia vertiente, su propia razón para “apoyar” un partido. Algunos dicen que es por los ideales, pero en el fondo ni conocen la línea ideológica que defiende ese partido. Otros se involucran esperando un empleo, una promesa de nombramiento que nunca llega. Están los que simplemente son arrastrados por la emoción, por la costumbre, por el miedo o por las promesas vacías de siempre. Y la verdad es que, cuando esos partidos llegan al poder, muy pocos cumplen. La gran mayoría se olvida de su gente.
Por eso, más que seguir colores, símbolos o siglas, debemos aprender a seguir líderes. Hombres y mujeres que realmente nos representen, que trabajen por nuestra comunidad, que defiendan causas en las que creemos y que, sobre todo, actúen con coherencia entre lo que dicen y lo que hacen.
Es tiempo de romper con esa idea de que “si voto por uno de ese partido, tengo que votar por todos”. No. Vote por quien represente sus intereses. No sea borrego de nadie. Sea un ciudadano consciente.
La política no es un fanatismo. No es pelota ni religión. Es la administración de los bienes públicos y la dirección del país. Merece análisis, conciencia y madurez.
Porque al final, no son los partidos los que construyen las aceras, presentan los proyectos de ley o resuelven los problemas sociales. Son las personas. Son los líderes.
Por Keven Rodríguez