En el país se mueven las aguas profundas y olas impetuosas arremeten contra sus orillas. Un mar que siempre exhibía su fuerza por el batir de las alas de los comunicadores valientes, ahora muestra su poderío en contra de los mismos, mientras se ha denunciado el interés de imponer una ley que favorece la censura y que busca callar las conciencias de los que otrora eran considerados valientes.
Ciertamente, ese decir popular se ha escuchado tantas veces, se le paso la mano, y en algunos casos se llegó a convertir en un estilo comunicacional.
Insistir en el análisis, la opinión sincera, por el abordaje de temas y problemáticas reales que afectan la nación, es una cosa, y pasar de la mano dura con el problema, a la lengua destructiva con las personas, es sencillamente cuestionable.
Me parece por otro lado, que estamos en un momento importante para los medios tradicionales y alternativos de la comunicación nacional. Y que existen oportunidades para influir de manera respetuosa en el forjar o elevar la conciencia nacional con nuestras posiciones, recomendaciones y argumentos.
Ciertamente hay una línea muy fina entre la creencia de que una figura pública o políticamente expuesta, tiene que estar dispuesta a aguantar todo tipo de críticas e insultos, y que luego podamos escudarnos con el ardid de pertenecer a un partido político, aunque esto no descuenta los hechos, del abuso que a veces cometemos, cuando caemos en e insulto, en la difamación y en la injuria.
Yo personalmente no creo en los procesos de investigación que supuestamente avalan a los que utilizan los medios para ser portavoces de nuevos escándalos o para continuar con fines de venganza política.
La envidia en las organizaciones y en la sociedad existe, y muchas veces fruto de esa envidia, utilizamos todos los medios para proyectar imágenes negativas o denuncias serias, porque tenemos el acceso a información privilegiada, entonces alimentamos a los que se prestan hambrientos a realizar el juego, y claro, recibiendo para ello sus honorarios, pues de eso viven.
Siempre he creído, que no es una sorpresa de que ciertas personas sean las agraciadas con tener aquellas primicias que representan los escándalos. Y créanme, las informaciones no surgen porque hemos hecho una investigación, en ningún caso, sino porque estamos prestos para dejarnos utilizar y hacer un teatro magistral, y entonces dar paso a la nueva noticia que impactará todo el ambiente político y nacional. ¡El nuevo escándalo, con un nuevo desvío de atención!
Tengo la sospecha seria, que personal que trabaja en las instituciones donde se identifican denuncias serias de corrupción, utilizan sus mancuernas, para iniciar su propio estilo de ventosa, y entonces poder llegar a influencers o comunicadores que se presten para sus fines. Y después se dice alegremente: se filtró, no puedo revelar la fuente.
Es un sistema instalado, y en ese mundillo de las denuncias y de la formación de grandes olas, para los escándalos necesarios siempre para desviar mucho la atención de temas prioritarios, ahí están los mosqueteros, prestos a desenvainar sus espadas, y hacer todo el escándalo posible, presentando pruebas que jamás consiguieron por su eminente y excelente proceso investigativo, sino como consecuencia de la traición interna de personas dispuestas a hacer daño y que siempre exigen a cambio, que se proteja el filtrante.
Un proceso de extorsión combinado, entre ese caballo de Troya inter institucional, esos medios y plataformas que se prestan al negocio, y muchas veces, esa alcancía que cuando suena por parte del funcionario o víctima, de manera automática, desaparece el tema al menos de los medios conexos.
El negocio de la comunicación se ha vuelta tan cuestionado o más que el mismo negocio de la política. Y cuando ya estos procesos se alejan de la virtud, entonces se puede hablar claramente de mafias.
A veces incluso hay temas que comienzan a circular usando marcas blancas. Personas que apenas se inician en los medios, y que tienen la gran dicha, “de atrapar a un peje grande”, es decir, que le lleguen propuestas donde le puede llevar alguna riqueza, mientras a cambio se presta para todo el proceso de montar el escándalo y hasta para el mismo fenómeno de la extorsión.
De este tema y del proceso típico habíamos hablado en otros momentos, pero por lo visto, continua teniendo relevancia, por los casos que se suman y ventilan.
Nosotros de una manera inconsulta, pues es algo que nos ha surgido como propuesta en el día de hoy, es la firma de un pacto comunicacional, donde participen todos los comunicadores, influencers, productores y conductores de plataformas digitales, y también los periódicos digitales y la prensa escrita, de forma tal, que se depongan la mayoría de los sometimientos recientes, y tengamos una especie de borrón y cuenta nueva.
Me parece, que los intentos que ya se han realizado, los sometimientos que se ven en proceso, han sido suficientes como forma aleccionadora, sobre todo, por la actitud de buscar el perdón que tienen los imputados, para que volvamos a iniciar desde cero, sin olvidar, que en otros momentos hemos visto a estos personajes como valientes, con posiciones que nos han convenido, aunque hoy, al cruzarse la raya, los veamos como personajes que nos han insultado.
Si se acoge la idea de un Gran Pacto Comunicacional Nacional, entonces, podríamos dar inicio a un nuevo caminar, con contenidos más decentes, menos agraviantes, distantes de los enfoques vulgares, que en lugar de educar, siembran malos ejemplos, mentiras, insultos, violaciones a la ley y discordias entre la sociedad dominicana.
Por Julián Padilla