Un día como hoy, en Azua, se celebró el primer encontronazo entre el ejército haitiano y el incipiente ejército dominicano, encabezado por el general Pedro Santana. Esto fue después de haber pasado menos de un mes desde que los dominicanos les dijimos NO a la sangrienta y abusiva intervención haitiana, quienes nos gobernaron con mano férrea durante veintidós largos años, es decir, desde 1822 hasta el 27 de febrero de 1844. En ese momento, la noche del 27 de febrero, a las 11:00, el trinitario Ramón Matías Mella, con el espíritu de Duarte presente, disparó su famoso trabucazo, dando inicio al proceso de nuestra independencia ¡hasta siempre! del yugo haitiano y de cualquier potencia extranjera.
Cuando Juan Pablo Duarte regresó de su viaje al extranjero, ya con la semilla de la libertad sembrada en su corazón, lo primero que hizo fue preparar e instruir a sus amigos jóvenes contemporáneos suyos, creando el 16 de julio de 1838 la primera institución libertadora, denominada La Sociedad Secreta La Trinitaria. Sus miembros fueron los protagonistas en la consecución de nuestra independencia la gloriosa noche del 27 de febrero de 1844.
Dije anteriormente el inicio de nuestra independencia, resaltando que las autoridades haitianas, aunque capitularon frente a las fuerzas dominicanas, no quedaron conformes y tenían la soterrada intención de invadirnos nuevamente, lo que hicieron el 19 de marzo, veintiocho días después de que los dominicanos los expulsaran de nuestra tierra. Los trinitarios estuvieron al frente de la batalla, comandados por Francisco del Rosario Sánchez, Ramón Matías Mella y el espíritu de Duarte, quien les inculcó mediante el Juramento Trinitario, firmado con su propia sangre, la convicción de liberar a nuestro pueblo de los haitianos, aunque fuera necesario arriesgar sus vidas y bienes.
Los principales protagonistas de esta batalla, que ganaron los valientes dominicanos (con piedras, palos, cuchillos y tal vez algunos trabucos), en el aspecto militar fueron el general Pedro Santana y su hermano Ramón Santana, quienes eran mellizos, así como los Alfau y un grupo del ejército de campesinos que los hermanos Santana trajeron desde El Seibo. Estos campesinos trabajaban en los hatos ganaderos y obedecían a ciegas las órdenes de Pedro Santana, quien estaba acostumbrado al mando y tenía suficiente carácter para emplear su conocimiento militar, que llevaba grabado indeleblemente en su corazón.
Los hermanos Pedro y Ramón Santana fueron piezas clave en el aspecto militar para conquistar nuestra independencia. Tanto así que, cuando los trinitarios supieron que ellos estaban dispuestos a venir desde El Seibo a Santo Domingo a luchar contra las autoridades haitianas, no tuvieron más que esperar a que estuvieran presentes.
Sin embargo, hubo varias cosas que ensombrecieron la colaboración, especialmente de Pedro Santana, quien, por su ambición ciega al poder, se impuso como primer presidente de nuestra República. Además, no comulgaba con los trinitarios en lo concerniente a mantener una independencia pura sin la tutela de ninguna potencia extranjera. Él creía que solo con un protectorado extranjero podría sobrevivir nuestra República Dominicana, materializando su sueño con la anexión de nuestro país a España en 1863. Como consecuencia, los que se le oponían, principalmente los trinitarios, fueron perseguidos, exiliados y ejecutados por mantener su ideal patriótico.
Tales fueron los originales miembros que firmaron con su sangre el Juramento Trinitario, con Juan Pablo Duarte a la cabeza, formando la Sociedad Secreta La Trinitaria el 16 de julio de 1838. Entre ellos estaban Francisco del Rosario Sánchez, su tía María Trinidad Sánchez, el general Antonio Duvergé y otros trinitarios, siendo este último denominado «El Centinela de la Frontera Dominicana».
En vista de que la historia adquiere vida solo con el recuerdo de sus deudores, no debemos sepultar nuestra memoria histórica. Debemos recordarles a nuestros hijos y demás descendientes las epopeyas y sacrificios que llevaron sobre sus hombros nuestros(as) patriotas.
Por: Osvaldo A. Basilio Reyes.